lunes, 25 de abril de 2011

El arte de la calle y la democratización. Por hablar de todo un poco


“Había una vez un rey al que le apasionaban los trajes de suntuosas telas. Un día oyó a unos estafadores decir que podían realizar el tejido más suave y refinado que se pudiera pensar. Una tela, que además, poseía la facultad, de ser invisible a los ojos de un tonto. El rey que esto escuchó, decidió contratarles para hacerse un traje nuevo y descubrir cuales de sus ministros no eran aptos para su cargo. Los pícaros, que hacían como que trabajaban en su encargo, iban robando mientras tanto todo el hilo de oro que necesitaba tan rica tela. Por su parte, el rey, dudando sobre si él mismo sería capaz de verla, mandaba periódicamente a sus hombres de confianza para comprobar la labor de los artistas. Evidentemente, ninguno admitió ser incapaz de ver la tela y la alababan con rimbombantes palabras. El rey, animado, decidió vestirse con ella en el desfile anual, en el que apareció desnudo por no admitir que era demasiado tonto como para poder verla. Todo el pueblo alabó su traje con frases estupendas, hasta que finalmente un niño dijo: ¡Pero si va desnudo!”

El arte actual es algo así. Y es que, Gombrich ya lo señalaba, a la hora de ver una exposición de pintura moderna vamos cargados de perjuicios. (¿Me gustará? Seguro que no… ¡Eso sabría hacerlo hasta un niño!...pero… y si no me gusta ¿Qué hago?... y si me preguntan que qué tal ¿Qué contesto? No quiero parecer ningún ignorante diciendo que no me ha gustado, será mejor decir que todo es muy interesante… o algo así.) A veces nos convertimos en el rey desnudo del cuento. Ernst Gombrich en la Introducción de su Historia General del Arte, apuntaba que al final muchas personas terminan siendo “snobs”, perdiendo el verdadero disfrute del arte y llamando “muy interesante” a todo aquello que verdaderamente encuentran repulsivo. Pero… ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Qué hace que se valore de esta manera el arte? ¿Cuál es la causa de que ni siquiera nos atrevamos a llevar la contraria a la opinión general de la sociedad consumidora de arte? ¿Qué motivo nos induce a pensar que a un artista no se le puede llevar la contraria porque su obra es maravillosa (y por eso cobra lo que cobra)?, pero sobretodo, ¿Qué ha hecho que la consideración hacia la naturaleza de estos creadores haya cambiado tan radicalmente y que el artista se haya convertido en un ser humano intocable y divino?

El arte se ha mitificado. Pero ¿Cual es la causa de que el arte haya alcanzado esta categoría? Quizá Ortega ya lo apuntaba en su deshumanización del arte cuando decía que el arte pertenece a unos pocos, una minoría, elite culta, que precisamente por ser elite busca diferenciarse. La pregunta que yo me hago entonces es ¿Hasta que punto es lícito convertir al arte en un factor de diferenciación social? ¿Debemos democratizar al arte? ¿Estos comportamientos son el resultado de nuevos valores del mundo postmoderno o viene ya de lejos? Y finalmente, y por no aburrir con tanta pregunta retórica ¿Cómo podría el arte llegar a las masas? Este es un ensayo de preguntas más que de respuestas.

Sin embargo todos estos interrogantes tienen para mí una solución: el arte siempre ha sido un factor de diferenciación social, democratizar al arte es, para mi gusto simplemente imposible. La creación de esa elite cultural viene ya de lejos, y la única respuesta a este hermetismo sea quizá el arte en la calle, pero ésta no dejará de ser una respuesta expresiva, no social, y eso es precisamente lo que aquí pretendo explicar.

El elitismo creado entorno a la cultura deriva a un relativismo que derivará en la consideración del arte como algo muy superficial en la práctica, y llevará a preguntarse cosas como ¿Para qué sirve esto? ¿Qué importancia tiene? o en afirmaciones por todos conocidas como: “Esto lo hace mi niño”. Todos estos interrogantes aparecieron ya en el inicio de la postmodernidad, entorno al año 68, donde surgieron movimientos de crítica a la función de las instituciones expositivas y culturales en la ciudad contemporánea y también a los valores del museo tradicional.

Para mi gusto el problema estriba fundamente en el hecho de que el arte no encuentra definición, y la indefinición lleva implícita la duda. ¿Cómo explicamos el arte normalmente? Nadie encuentra una explicación para él que de en el clavo. Esta indefinición ¿No hace que no haya límites? ¿No hace que las posibilidades se multipliquen y que todo pueda ser arte? En reflexión ¿Hace falta que el arte tenga límites para definirse como tal? O por el contrario ¿Delimitar el concepto de arte es poner freno a la creación? Pero, y siempre en este sentido ¿Es este el problema que desacredita el arte contemporáneo? Esto lleva también a que desde el punto de vista creativo nos encontremos de nuevo con la indefinición y la no delimitación de lo que es la creación. De todas estas preguntas puede surgir otra nueva como ¿Quién o qué define el gusto que realmente se convierte en el elemento delimitador de lo que entra o no en la consideración de obra de arte? ¿Es todo lo que hay dentro del museo una obra de arte?

Todo ello ha llevado a que el arte actual se haya convertido en algo contradictorio, se ha engrandado y empequeñecido a la vez. Por un lado, el artista ha conseguido alcanzar una posición dentro de la sociedad muy destacada. Por otro lado, sus creaciones son muy habitualmente objeto de mofa. El artista es alabado, el arte, despreciado. Dice Gombrich en su Introducción a la Historia del Arte que esto ocurre porque es difícil dejar de lado las ideas preconcebidas.

Frente a Gombrich, la traba para mi gusto, reside más bien en ámbitos tangibles más cercanos, como ocurre en el caso de los museos. El museo es el principal interesado, desde mi punto de vista en la indefinición del arte. Bueno, no quisiera radicalizar mi postura, pero creo que en una sociedad en la que importa más lo que vales que lo que eres esta actitud es lícita a la par que criticable. El Museo ha ido así convirtiéndose poco a poco en un lugar donde muchas personas no se encuentran acogidos y se sienten fuera de lugar, y no digamos ya en los museos de arte contemporáneo donde la mayoría no entiende lo que ve. Esto deriva en un serio problema: muchas personas prefieren dedicar su tiempo de ocio a otras actividades antes de entrar en el museo de su ciudad. Como bien dice el refrán comprender es amar, y la incomprensión general llevará a una especie de rechazo, que derivará en el aislamiento y la desconexión social del Museo en la sociedad actual. Sin embargo cada vez se hacen más esfuerzos por acercarse a una mayor formación de los visitantes, pero en el mundo en el que vivimos la formación sólo se entiende si proporciona riqueza material, como estamos observando, sin ir más lejos con los planes nuevos de estudio de Bolonia o con el reciente cierre de la biblioteca del Museo Patio Herreriano de Valladolid, que al parecer no reportaba más beneficios que ofrecer un espacio a los jóvenes de estudio y acercamiento a bibliografía sobre el arte más actual.

A este problema responderá superficialmente otro tipo de arte contrario por origen a la caja de cristal en la que se ha convertido el museo. Como es el caso del arte del Graffiti o en la calle. Así muchos de los artistas que por falta de marketing no encuentran su sito dentro de las galerías salen a la calle a afirmar su obra (No se puede negar que Bansky o muchos de los graffiteros anónimos que pintan por las calles de Granada y Salamanca no sean artistas) Para mi gusto no se trata de democratización del arte, sino simplemente de expresión. Y ese es precisamente el verdadero problema del arte en la calle, y el motivo de que se prohíba tanto: existe un control político, ideológico y económico dentro del museo, pero fuera de él este control se escapa de las manos de los más poderosos (Vaya sentencia apocalíptica). Pero el meollo de la cuestión, y que podría considerarse lo más importante, es que existe un control lucrativo. Por ello creo sinceramente que en la actualidad, la idea del arte por el arte es en una absurda banalidad. ¿Qué artista no quiere vender su obra? ¿Qué artista no desea que contemplen su arte y sus ideas? El arte contiene una posición ideológica en sí mismo, y esto en ocasiones choca con el empeño de muchas galerías de vender humo de colores. El que mejor sepa venderle el traje inexistente al rey gana la partida.

¿Por qué existe entonces el arte? Quizá porque en ocasiones ayuda a la especulación desproporcionada basada en el marketing y en el efecto de un público borreguil y falto de neuronas. El monstruo del arte da miedo.
Puede parecer por mi argumentación que el arte es una mentira gigante. No es esa mi intención, sólo pretendo reflexionar

Otras veces las instituciones intentan extender su influencia también a la calle, y surge una política cultural que se vislumbra en exposiciones al aire libre como la que tuvo lugar hace dos años en Valladolid que mostraba la obra de Rodin, y que aparecía planteada como una manera de acercar la cultura a los ciudadanos y como la forma más justa de enseñanza en una sociedad democrática ¿De verdad? No era esto más que un pastiche ¿Es lícito que el arte de la calle también se institucionalice? Y si es así ¿Con que fines? ¿Sociales o en realidad únicamente políticos y económicos? Por otra parte habría que plantearse si en la actualidad el arte puede existir sin las instituciones que le apoyan.

La conclusión a todo esto para mí es clara: el arte no constituye ninguna actividad misteriosa, como se nos hace creer, sino que está realizado por y para seres humanos, no por dioses o héroes de cuento, y ese sea quizá el único motivo por el que el arte real no muera en la calle, mientras agoniza en el Museo mausoleo.

2 comentarios:

  1. Ala me he pasado!! La entrada es gigante!! Lo siento chicos...

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  2. exelente! me gusto mucho y estuvo facil de entender. yo tambien me hago estas preguntas asi que fue "muy interesante" pero en serio x)Gracias estuvo muy bueno :)

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